martes, 4 de julio de 2023

Otra mirada al 5 de julio de 1811


 

Que viva tan solo el pueblo, el pueblo soberano, 

mueran sus opresores, mueran sus partidarios* 

 

El 5 de julio de 1811 es una fecha que, como casi todo en nuestra Patria, fue muy convulsa, la cosa no transcurrió como una sesión tranquila en la que todos los diputados estaban de acuerdo en firmar el Acta de nuestra independencia.

No fue como lo pintó Juan Lovera en aquel cuadro donde se ve al Precursor, Francisco de Miranda, parado en medio del salón observando cómo los “patriotas”, convencidos, firman el Acta de nuestra independencia.

El conspirador

Desde que llegó Francisco de Miranda, atendiendo la invitación que le hiciera en Londres una comisión que partió desde Caracas y que integraban Simón Bolívar, Andrés Bello y Luis López Méndez, los conservadores temían que el Generalísimo sembrara en la juventud caraqueña la idea de la libertad e independencia absoluta.

Los conservadores no se equivocaron, apenas pisó Caracas, El Precursor organizó la Sociedad Patriótica que Juan Uslar Pietri en Historia de la rebelión popular de 1814 describe así: “organiza con el grupo extremista un club revolucionario inspirado en los de la Francia de 1789 para poder ir impulsando la opinión hacia una libertad absoluta con respecto a España y con respecto a la multitud de prejuicios de casta que exhibían los moderados o “timoratos” de la nobleza venezolana. Es, pues, Miranda, su organizador y su espíritu”.

Un testigo de los acontecimientos, Manuel Palacio Fajardo, narra aquel acontecimiento de esta manera: “A fin de dar mayor fuerza a los partidarios de la causa patriótica, el general Miranda propuso establecer un Club donde los ciudadanos se reunieran para discutir las cuestiones de interés general; un abogado de gran erudición, don Francisco Espejo, le secundó poderosamente en esta ocasión, y el Club fue establecido con el nombre de la Sociedad Patriótica”.

La opinión pública

Prosigue Uslar Pietri refiriéndose a las actividades de la Sociedad Patriótica: “Allí se reúnen todos los exaltados, gritan, vociferan, ofenden a los moderados; dejan las ventanas abiertas de par en par para que el pueblo pueda empaparse de los discursos que se dicen en bien de la libertad y en contra de los prejuicios. Se dictan las normas que se han de seguir y la política que ha de llevar al Congreso. Se ennoblecen y se destruyen reputaciones, se halaga al pueblo que hasta ayer no fue más que el “populacho”, se va revolucionando todas las conciencias. Y logran, mediante esa línea de conducta, una cosa ignorada e imposible en la Venezuela colonial, esto es, una opinión pública. Una opinión pública dirigida por la Sociedad, bien entendida, pero al fin y al cabo una opinión.”

La política dejaba de ser un privilegio de los mantuanos, denominación que se le daba a los blancos que poseían riqueza y linaje, descendiente de blancos peninsulares, aunque Bolívar y Ribas pertenecían a esta clase, tomaron partido por el ala extremista que apostaba por la independencia absoluta del Reino de España.

Vacilar es perdernos

El grupo de extremistas al que se refiere Juan Uslar Pietri estaba compuesto por José Félix Ribas, Simón Bolívar, Coto Paúl, entre otros. Como era de esperar, los timoratos, que eran casi todos los miembros del Congreso, iniciaron una campaña en contra de la Sociedad Patriótica, le achacaban a esta la rebeldía de los esclavos que se negaban a trabajar porque a sus oídos llegaba la posibilidad de ser libres.

Se acusaba a la Sociedad de ser un congreso paralelo y hasta se llegó a proponer su disolución, a lo que Bolívar responde: “No es que haya dos Congresos. ¿Cómo fomentar el cisma los que más conocen la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva, para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad. Unirnos para reposar y dormir en los brazos de la apatía, ayer fue mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar decidido… ¿Trescientos años de calma no bastan? ¿Se quieren otros trescientos todavía? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la Nación; pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad sudamericana. Vacilar es perdernos.”

A la Sociedad y sus miembros, desde le Congreso también se les pretendía desprestigiar llamándoles anarquistas, la respuesta a este calificativo la da Coto Paúl con un discurso magistral: “¡La anarquía! Esa es la libertad, cuando para huir de la tiranía desata el cinto y desnuda la cabellera ondosa. ¡La anarquía! Cuando los dioses de los débiles, la desconfianza y el pavor la maldicen, yo caigo de rodillas a su presencia. Señores: Que la
anarquía, con la antorcha de las furias en la mano nos guíe al Congreso, para que su humo embriague a los facciosos de orden, y la sigan por calles y plazas, gritando: ¡Libertad! Para reanimar el mar muerto del Congreso estamos aquí en la alta montaña de la santa demagogia. Cuando ésta haya destruido lo presente, y espectros sangrientos hayan venido por nosotros, sobre el campo que haya labrado la guerra se alzará la liberta”.

La suerte estaba echada, el pueblo, por primera vez en la historia de Venezuela, era protagonista, se sentía parte de las decisiones políticas, se sentía escuchado.

El 4 de julio la Sociedad Patriótica envía al Congreso una comisión a solicitar un derecho de palabra que le es concedido. El discurso de la Sociedad plantea se declare la independencia, se somete a discusión y se aprueba discutir el punto al siguiente día.

Llegó el día

El Congreso se reunía en lo que hoy es El Consejo Municipal, desde las primeras horas de la mañana del 5 de julio, el pueblo y los jóvenes revolucionarios, estaban en las puertas de la sala de sesiones.

Me empeño en imaginar la escena así: el pueblo, que es el mismo de hoy, igual que los “muchachos” de Lina Ron, amenazaba de muerte a los conservadores; “epa, si no votas por la independencia te vamos a matar” y les enseñaban filosos cuchillos.

Inició la discusión, algunos proponen que el voto sea secreto, esto motiva la reacción del pueblo que desde el coro, balcón existente en las capillas donde se oficia misa y usado para el coro que acompaña el acto religioso, insulta a los timoratos.

Después de mucho forcejeo y producto de la presión popular, se decide por la independencia de Venezuela.

Se prendió la fiesta

Al saber el resultado de las discusiones, igual que el 15 de agosto del 2004, cuando el pueblo derrota a los mismos conservadores de siempre en el referéndum donde es ratificado el Comandante Chávez, estalla la alegría.

Igual que hoy, el pueblo celebra embriagado de libertad y alcohol, cantan el estribillo de Canción AmericanaViva tan solo el pueblo, el pueblo soberano, mueran sus opresores, mueran sus partidarios” la fiesta duró hasta muy tarde en la noche, así lo relata el venezolano y realista José Domingo Díaz: “Aquellos jóvenes, dice Díaz, en el delirio de su triunfo corrieron por las calles: despedazaron y arrastraron las banderas y escarapelas españolas: sustituyeron las que tenían preparadas, e hicieron correr igualmente con una bandera de sedición a la Sociedad Patriótica, club numeroso establecido por Miranda, y compuesto de hombres de todas castas y condiciones, cuyas violentas decisiones llegaron a ser la norma de las del Gobierno.

En todo el día y la noche las atroces pero indecentes furias de la revolución agitaron violentamente los espíritus sediciosos. Yo los vi correr por las calles en mangas de camisa y llenos de vino, dando alaridos y arrastrando los retratos de Su Majestad, que habían arrancado de todos los lugares donde se encontraban.


Aquellos pelotones de hombres de la revolución, negros, mulatos, blancos, españoles y americanos, corrían de una plaza a otra, en donde oradores energúmenos incitaban al populacho al desenfreno y a la licencia. Mientras tanto, todos los hombres honrados, ocultos en sus casas, apenas osaban ver desde sus ventanas entreabiertas a los que pasaban por sus calles.

El cansancio, o el estupor causado por la embriaguez, terminaron con la noche tan escandalosas bacanales.”

Así fue y así es nuestra historia.

Jesús Arteaga


*Canción americana